JOSEP REBULL.

Hay acontecimientos que pesan como una losa sobre la acción y el pensamiento políticos de los individuos, de las organizaciones e incluso de las generaciones.
El asesinato de Andreu Nin por el estalinismo fue uno de esos hechos históricos preñados de consecuencias inesperadas que, en su caso, amordazan críticas, hasta entonces duras y aceradas, a la acción y teoría de un hombre que, asesinado brutalmente, deja de ser un igual, al que se puede y debe discutir, para convertirse en un héroe santificado, un mito y una bandera sacrosanta a la que sólo cabe defender.
Josep Rebull había expuesto ya antes de mayo de 1937 lo que él consideraba los errores fundamentales del CE del POUM y de su secretario político Andreu Nin. Esos análisis de Rebull no sólo mantienen hoy su validez, sino que los años han aumentado su interés y su importancia, teórica y política.
La historia no puede permitir que la hagiografía sepulte los hechos históricos y las posiciones confrontadas que realmente existieron. Las vivencias y sufrimientos de los militantes del POUM fueron muy duros; pero más dolorosa fue para el proletariado la derrota y la represión del fascismo durante cuarenta años. Aprender de los errores de sus organizaciones es la única herencia que puede reclamar el proletariado, porque los jalones de derrotas son promesa de victoria.
Digámoslo con toda claridad: Nin fue asesinado salvajemente por los estalinistas días antes de la convocatoria de un congreso del POUM en el que, muy probablemente, a causa del descontento producido entre un amplio sector de la militancia, hubiera sido sustituido en su cargo de secretario político.
Corre por ahí una lamentable historia del POUM, publicada con posterioridad al fallecimiento de Rebull, en la que se le cita a vuelapluma para ridiculizarlo como a un despistado Monsieur Hulot, que en mayo de 1937 iba enseñando un plano de Barcelona a quien quisiera escucharle para decirle que era posible una victoria de la insurrección. Es evidente que una historia rigurosa del POUM durante la guerra civil no haría de Josep Rebull un individuo extravagante; sino que lo reconocería como el destacado militante y sobresaliente teórico político que, desde hacía unos meses, exponía unos análisis válidos y detallados de los errores tácticos, de la imperiosa necesidad de cambiar las confusas e incoherentes consignas y la desastrosa estrategia política de la dirección del POUM. Estrategia que debería haber impulsado la transformación de los comités en consejos obreros, capaces de convertirse en ÓRGANOS DE PODER OBRERO. Si las propuestas de Rebull hubieran sido firmemente impulsadas por el POUM, desde julio de 1936, quizás en mayo de 1937 la ocasión militar de asaltar la Generalidad también hubiera sido la posibilidad política y real de hacerlo.
La clave del pensamiento de Rebull radica en su extraordinaria percepción de que sin una teorización de las experiencias de la Revolución española el POUM no podía seguir existiendo. Esa necesidad de teorización de la experiencia histórica vivida es lo que aún hoy otorga importancia al análisis político de Josep Rebull en 1937 y da cierta grandeza a su aventura militante. A ochenta de distancia es una de las pocas cosas que merecen permanecer en pie de entre las ruinas del tiempo, que todo lo destruye.